“A la mujer que desechó el pudor, no creo que le queda nada.”

 EL PUDOR, UN VALOR EN VÍA DE EXTINCIÓN

 Pudor es una palabra que proviene del latín y que hace referencia al recato, la modestia, la vergüenza y la honestidad.

 El pudor, que según Miguel de Cervantes, es el encanto que duplica los encantos, es el revelador del ser. El grado de pudor o vergüenza moral de una persona, mide con exactitud su nivel espiritual.

 

Cuando una persona abandona el pudor, su personalidad sufre una transformación desagradable: casi todas sus conversaciones hacen referencia al tema sexual; continuamente busca algo que estimule su imaginación y sentidos (revistas, películas, internet, etc.); la mirada se vuelve inquieta y morbosa, buscando enfocarse en personas físicamente atractivas; asiste a espectáculos y lugares donde la sexualidad es sólo una forma de tener placer…

 Cuentan que un reconocido evangelista fue invitado a un gran banquete. A su lado puso el anfitrión a una destacada dama de la farándula. Una mujer de aquellas que no entran en un salón sino que lo invaden, la Biblia las llama alborotadoras.  El escote de esta dama, manifiestamente abierto, obviamente incomodó al ilustre predicador. En el transcurso de la cena quiso esta señora ser extremadamente confianzuda con el ministro, hablando de cosas vulgares, de muy mal gusto, incomodando al predicador. A la hora del postre, la dama le pidió al evangelista que le alcanzara una pera; pero el pastor le pasó una manzana.

 “No me gusta la manzana” -objetó la dama-.

 Mas el predicador le insistía que tomara la manzana.

 “¿Por qué insiste que coma una fruta que no me gusta?” -Repuso un tanto contrariada la mujer-.

 A lo que respondió con ironía el ministro de Cristo: “Porque tu primera madre -Eva- no se dio cuenta que estaba desnuda hasta después de haber comido una manzana.”

 Esa es mucha indirecta.

 Gandhi decía: “El ornamento real de la mujer es su carácter, su pureza.” Y otro sabio dijo: “La mujer lleva como dote propia la hermosura, la cual se hace perfecta con el amor, el pudor y la bondad.”

 Y la Biblia también aborda este tema: “… que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia: no con peinado ostentoso,  ni oro ni perlas ni vestidos costosos.”

Una vez que se entra en este círculo todo cambia de dimensión, de considerar como importantes los aspectos más humanos de las personas (inteligencia, cualidades, sentimientos), ahora es la presencia y atracción física lo que cuenta por el placer que pueda obtenerse, debido a que los afectos ya no importa

 Esa es la enseñanza apostólica.

 Las mujeres deben mantener una actitud modesta, libre de vanidad y de expresiones mundanas, en todo momento. Una mujer es atractiva por su personalidad, no por los vestidos costosos que lleva puestos.

 Al parecer, algunas mujeres cristianas, en la iglesia primitiva buscaban ganar respeto por parecer hermosas más que por parecerse a Cristo en su carácter. Algunas quizás pensaban que podrían llegar a ganar a sus esposos no creyentes por medio de su apariencia. A estas mujeres, el apóstol Pedro les aconseja:

 “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que también los que no creen a la palabra sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, al considerar vuestra conducta casta y respetuosa.

 Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón,  en el incorruptible adorno de un espíritu afable y apacible,  que es de grande estima delante de Dios,  pues así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios estando sujetas a sus maridos,   como Sara obedecía a Abraham,  llamándolo señor.  De ella habéis venido vosotras a ser hijas, si hacéis el bien sin temer ninguna amenaza.”

 No es contrario a las Escrituras que una mujer quiera ser atractiva. La belleza, sin embargo, empieza dentro de la persona. Un carácter gentil, modesto, amoroso da una luz al rostro que no puede ser alcanzado ni por el mejor cosmético ni por la mejor joya del mundo. Un peinado cuidadoso y un cuerpo muy bien decorado es una apariencia artificial y fría a menos que esté presente la belleza interior.

Cuando encontramos a un raro individuo, hombre o mujer, cuya conducta se inspira en ideales morales, no podemos menos que notar su aspecto. La belleza moral es un fenómeno único y sorprendente que nunca se olvida. Esta forma de belleza impresiona más que la belleza natural. Esta belleza, concede a quienes poseen sus divinas dotes, un poder extraño e inexplicable y hasta le aumenta la fuerza intelectual.