“Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo.”
CONTENTAMIENTO, LA MEJOR RIQUEZA
Cuando hablamos de una persona rica, casi siempre la vemos con los lentes de lo económico lo cual es una mirada muy limitada que recorta la verdadera perspectiva y nos hace olvidar las riquezas que sí valen.
El hecho es que todos conocemos ricos que son pobres y pobres que son ricos, porque la pobreza que pesa jamás es de tipo material.
No cabe duda de que Francisco de Asís fue más rico en su pobreza que todos los potentados de su tiempo. Este hombre de Dios comenzó a ser rico el día que se fue sin cinco centavos al campo, renunciando a los bienes de su padre.
Posiblemente no hay algo más relativo en la vida que la riqueza y la pobreza.
En cambio a la Iglesia de Filadelfia Jesús le dijo: “Yo conozco las dificultades por las que ahora pasas, y sé que eres pobre, aunque espiritualmente eres muy rico.” (Apocalipsis 2:9).
¿Cuánto dinero debe uno tener para ser considerado rico en nuestra sociedad? Las cifras, que andan por los millones, varían. Sin embrago, pienso en tanta gente inmensamente rica, que no parece feliz. Una señora en Bogotá insatisfecha con su suerte, en el tiempo del auge de las pirámides, sacó sus ahorros, sin el consentimiento de su esposo, 120 millones de pesos que en ese tiempo era casi el doble de lo que es hoy, y los depositó en ese incierto negocio donde lo perdió todo.
Pienso también en todos aquellos que sudan para pagar sus cuentas, y pese a ello, sí son verdaderamente ricos.
El periodista mejicano Armando Fuentes Aguirre, escribió el siguiente comentario que nos mueve a reflexionar:
Me propongo demandar a la revista “Fortune”, pues me hizo víctima de una omisión inexplicable. Resulta que publicó la lista de los hombres más ricos del planeta, y en esta lista no aparezco yo. Aparecen, sí, el sultán de Brunei, aparecen también los herederos de Sam Walton y Takichiro Mori.
Figuran ahí también personalidades como la Reina Isabel de Inglaterra, Stavros Niarkos, el heredero rebelde de un naviero griego, y los mexicanos Carlos Slim y Emilio Azcárraga.
Sin embargo a mí no me menciona la revista.
Yo soy un hombre rico, inmensamente rico. Y si no, vean ustedes: tengo vida, que recibí no sé por qué, y salud, que conservo no sé cómo.
Tengo una familia, esposa adorable que al entregarme su vida me dio lo mejor de la mía; hijos maravillosos de quienes no he recibido sino felicidad; nietos con los cuales ejerzo una nueva y gozosa paternidad.
Tengo hermanos que son como mis amigos, y amigos que son como mis hermanos.
Tengo gente que me ama con sinceridad a pesar de mis defectos, y a la que yo amo con sinceridad sin notar ninguna falla.
Tengo cuatro lectores a los que cada día les doy gracias porque leen bien lo que yo escribo mal.
Tengo una casa, y en ella muchos libros (mi esposa diría que tengo muchos libros, y entre ellos una casa).
Poseo un pedacito del mundo en la forma de un huerto que cada año me da manzanas que habrían acortado aún más la presencia de Adán y Eva en el Paraíso.
Tengo un perro que no se va a dormir hasta que llego, y que me recibe como si fuera el dueño del mundo.
Tengo ojos que ven y oídos que oyen; pies que caminan y manos que acarician; cerebro que piensa cosas que a otros se les habían ocurrido ya, pero que a mí no se me habían ocurrido nunca.
Soy dueño de la común herencia de los hombres: alegrías para disfrutarlas y penas para hermanarme a los que sufren.
Y tengo fe en Dios que guarda para mí infinito amor.
¿Puede haber mayores riquezas que las mías?
¿Por qué, entonces, no me puso la revista “Fortune” en la lista de los hombres más ricos del mundo?”
¿Y usted, cómo se considera? ¿Rico o pobre? ¿Valora usted sus verdaderas riquezas?, ¿Cuida su amor y su fe? Hágalo porque es lo único que trasciende.
Como siempre se ha dicho, “rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita”. Y usted es mucho más rico de lo que cree.
Autor: Pastor Diego Arbeláez
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