Rvdo. Silvio Gil Restrepo

LECTURAS: Lev.19,1-2.17-18; Ps.102; 1 Cor.3,16-23; Mt.5,38-48

La sagrada liturgia de este domingo continúa con el discurso de Jesús sobre su mandato del amor a Dios y al prójimo, o sea el mandamiento de la caridad universal que incluye incluso el perdón y el amor a los enemigos. Y que es por decirlo así, uno de los puntos más difíciles de la doctrina cristiana, pues para ser sinceros a todos nos cuesta perdonar a quien nos ha ofendido. Y, sin embargo, es uno de los rasgos que distingue el comportamiento del mismo Jesús, que fue capaz de perdonar incluso a los que lo llevaron al suplicio de la cruz, cuando dice sus últimas palabras siendo la primera precisamente esa: “padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Y lo hace -como dice el catecismo- para darnos ejemplo de vida y de virtud. Y aún más, sabemos que hace de la caridad el mandato universal, y El mismo se pone como ejemplo: “ámense como yo los he amado», Y ¿cómo nos amó Cristo?, pasando por este mundo haciendo el bien, y finalmente dando su vida en ofrenda al Padre por nuestra salvación. Recordando además que en su sermón del monte supera la antítesis de los antiguos, del ojo por ojo, y diente por diente, con el «pero Yo os digo, amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen y calumnian, y así serán hijos del Padre celestial, que deja salir el solo sobre buenos y malos…». De modo hermanos en la fe de Cristo que tenemos un gran ejemplo en las mismas actitudes de Jesús que fue capaz de perdonar a los que llevaron a la cruz, y eso mismo desea El para sus discípulos, que seamos capaces de aprender a convivir en paz y armonía, no obstante, las fallas humanas que todos tenemos. Y que, en vez de combatirnos, sepamos ayudarnos vivenciando su mandato de la caridad y del amor fraterno: «ámense como yo los he amado». Que así sea. ¡Amén!