
Foto: Getty Images

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Abril 29 del 2019
Alan García
Ante todo, debo mencionar que escuché un comentario irónico y jocoso a la vez, donde decían que, para ir a la cárcel, sólo basta ser presidente del Perú, todos los últimos mandatarios han sido investigados, encarcelados, perseguidos, etc. etc.
A raíz de la muerte del expresidente peruano Alan García, este tema se volvió viral y los medios han hecho comentarios bastante duros contra la decisión irreversible del suicidio de un hombre de la inteligencia del exmandatario. No es el primero que haya tomado una decisión de estas, ha habido en el mundo muchos funcionarios, que han optado por terminar de una vez por todas con el o los problemas que los estaban agobiando en ese momento de sus vidas.
Todavía recuerdo aquí en Cali, cuando hizo un recorrido este joven político por esta ciudad, por casualidad pude verlo muy de cerca, cuando pasaba con sus escoltas por el barrio san Fernando, lo saludábamos y respondía con una cordialidad extraordinaria, un hombre realmente vital, al igual que el día de su despedida, lo seguía siendo.
En lo que atañe al suicidio, esta decisión, los conocedores de la materia la adjudican a muchas razones: la desesperación, enfermedad mental, depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia, alcoholismo, abuso de sustancias, pero en este gran hombre, solo puedo pensar que la situación que vivía, Alan García, en su propio país, lo llevó a la desesperación, a tal punto que no vio otro camino en su vida, sin esperanza y sin fe en sus juzgadores.
Pienso que la desesperación es la que lleva a una persona al suicidio, y considerar que es un acto de cobardía tomar esta decisión, no la comparto, hay que entender lo que debió vivir este exmandatario, debió darse cuenta que se encontraba en una posición impotente ante las acusaciones que pesaban en su contra, la frustración ante una situación que parecía que inexorablemente lo llevaría a la cárcel, lo llevó a ponerle punto final.
Algo que me dolió fue la afirmación de los funcionarios que terminaron el allanamiento a la vivienda, cuando dicen que no habían encontrado absolutamente nada que vinculara al expresidente con los sobornos de Odebrecht, pero, sin embargo, tal parece que en ese país tienen una figura judicial llamada “arresto preventivo” y pueden tener a la persona tras las rejas, por tiempo indefinido, y esto era lo que pretendían hacer con el exmandatario.
Hace poco comenté en un blog, que una joven gay, en los Estados Unidos, no soportó la presión a que era sometida en una institución especializada en tratamiento antigay, y acabó con su vida. Esto es desesperación, angustia al no encontrar una salida para su situación.
Somos los propios seres humanos los que llevamos a nuestros congéneres a los extremos de angustia, nuestras leyes, allí no hay misericordia, si hay enemigos políticos estos se ensañan en dañar aún más al perseguido. Y no es que deba ignorarse los delitos cuando son personajes como el expresidente, yo soy del criterio que debemos respetar las leyes y si las violamos, también debemos atenernos a las consecuencias. En este momento su caso no sigue, la acción penal, con su muerte, queda extinguida. Será la historia quien se encargue de juzgarlo.
Culpable o no, Alan García no tenía fe en la justicia de su país, sólo entiendo que al momento de su trágica decisión era jurídicamente inocente, su detención o arresto preliminar no lo convertía en culpable, aunque sin lugar a dudas para muchos su acción puede ser tachada como cobardía y una aceptación de su culpabilidad jurídica, aunque también habrá quien considere que su decisión fue un acto heroico digno de admiración.
Nadie sabe que había en la mente del exmandatario, creo que nadie tiene derecho a juzgarlo, merece el respeto que como ser humano debemos tenerle.
Hasta el final se declaró inocente, y en su carta póstuma, que fue leída por su hija durante su funeral así lo expresó.
«He visto a otros desfilar esposados, guardando su miserable existencia, pero Alan García no tiene porqué sufrir esas injusticias y circos, por eso le dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones, a mis compañeros una señal de orgullo y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios, porque ya cumplí la misión que me impuse» (Publicado por El Espectador abril 19 del 2019).
La carta es mucho más larga y expresiva, la escuché en la voz, a veces quebrada, de su hija mayor y en ella se reafirmaba inocente, indicando que jamás encontrarían que hubiese hecho un acto deshonroso.
Dejemos entonces en paz la tumba de Alan García.
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