Rvdo. Silvio Gil Restrepo

LECTURAS: Os.11,1-11; Ps.107; Ecle.1,2-14.18-23; Lc.12,13-21

 «¿Acumular riquezas?».

La sagrada liturgia de este domingo nos trae bellas lecturas que deben ayudarnos a seguir profundizando en la grandeza y sabiduría de nuestra fe cristiana. Y es que en la parábola del evangelio de hoy, Jesús nos invita a tener el cuidado de no aferrarnos demasiado a los bienes materiales de este mundo, pues como dice la sabiduría popular, al final de la vida nada nos vamos a llevar, así hayamos acumulado muchas riquezas y bienes materiales, que quedarán hasta posiblemente a veces, en manos de quienes ni se los han merecido suficientemente, y además, y hasta son motivo de reyertas familiares. El pensamiento cristiano es que Jesús desea que si tenemos algunos bienes materiales no nos apeguemos demasiado a esos bienes o cosas materiales, sino que aprendamos a utilizarlos también para ganar finalmente el Cielo. ¿Y eso cómo así? Pues precisamente aprendiendo a ser solidarios y a tener también en cuenta las necesidades de tantas personas que viven muchas veces en condiciones infrahumanas generadas por tantas injusticias sociales como las padecen los más pobres y desheredados de los bienes de este mundo.

En las páginas de los evangelios Jesús aparece con palabras muy fuertes contra los ricos que no son solidarios con los pobres, y que, teniendo la posibilidad de ayudar en tantas causas sociales, por egoísmo y avaricia no lo hacen. Y digamos que también esto toca con todos y cada uno de nosotros, pues la solidaridad y el mandato de la caridad cristiana es para todos, a cada cual en la medida de sus posibilidades. Y para ello que nos sirva también el ejemplo de grandes santos que siguiendo el ejemplo del mismo Cristo, abandonaron sus herencias o riquezas, o las pusieron al servicio de sus causas sociales y religiosas. Los ricos también podrán ser salvos, si ponen al menos parte de sus bienes al servicio de las causas sociales que ayuden a los más necesitados y desamparados de este mundo, que son una inmensa mayoría. Eso es lo que el evangelio de hoy llama, acumular bienes para el cielo, haciendo obras de caridad, cada cual en la medida de sus posibilidades. Que así sea. ¡Amén!