Pastor Diego Arbeláez
“No se debe usar la fuerza cuando basta con ser inteligente.”
¿A QUIÉN SIRVE CON SU INTELIGENCIA?
Hay ideas serenas, tranquilizadoras, bellas, benévolas y tolerantes. Hay ideas tontas, extravagantes y mezquinas. Hay ideas inteligentes, que brillan como estrellas y otras que propagan oscuridad. Algunas tienen la belleza de las mariposas; otras la fealdad de las arañas. Hay ideas tristes, feroces, fanáticas y estrechas. A algunos hombres las ideas les sostienen e inspiran, a otros les roen como un cáncer.
Las enseñanzas supremas que cambian el curso de la humanidad, los grandes inventos que nos han traído sorprendentes comodidades, fueron ideas de un hombre cuyo genio lo separó de su medio. Lamentablemente, esto también es cierto en lo negativo. Las guerras devastadoras que destruyeron imperios fueron un pensamiento que existió en la mente de un individuo.
Con el pensamiento construimos y destruimos. Un solo pensamiento construyó las pirámides de Egipto, fundó la gloria del cristianismo y provocó el incendio de la Biblioteca de Alejandría.
Hace varios años se presentó un documental sobre Pablo Escobar titulado “Pablo: Ángel o demonio.” El productor dijo en una entrevista radial: “Me sorprende la sagacidad que este hombre tuvo para inventar trucos, maldades y operaciones a fin de salirse siempre con la suya. Si esa inteligencia se hubiera puesto al servicio del bien, este país hubiera salido muy bien librado.”
¡Así es con usted también! Su inteligencia natural lo puede sacar adelante pero, si la utiliza mal, puede generar desgracia.
Jesucristo dijo: “…el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.” (Mateo 12:35) Veamos un ejemplo de esto:
Las FARC entrenaron a un comando guerrillero para adelantar el siniestro operativo que ejecutaron en Cali el 11 de abril del 2002. Este comando disfrazado de miembros del ejército colombiano, se movilizó en una buseta y un camión al centro de Cali y llegó al edificio de la Asamblea Departamental del Valle del Cauca. A las 10:45 am, dicho comando irrumpió en el edificio gritando que había amenaza de bomba. Neutralizaron a los policías que prestaban servicios en el área, convencieron a los asambleístas para que tomaran la buseta que los trasladaría al Cantón Nápoles pero se los llevaron hacia los Farallones de Cali. Una vez en las afueras de la ciudad, los guerrilleros les anunciaron a los diputados que habían sido secuestrados.
Todo quedó registrado en un video que grabaron los mismos guerrilleros y que fue difundido tiempo después del plagio.
No se puede negar que ésta fue una acción muy bien planeada, un triste ejemplo de inteligencia puesta al servicio del crimen.
Edificio San Luis, con pendones exhibiendo fotografías de los diputados secuestrados.
Helilcoptero con el cual se llevó a cabo el operativo con resultados positivos para la liberación de secuestrados.
Pero también dijo Jesucristo: “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas.” (Mateo 12:35)
Todavía no logramos entender cómo la tarde del 2 de julio de 2008, seis años después del secuestro de los diputados, 12 hombres del ejército nacional en una misión de inteligencia militar de rescate, lograron entrar en helicóptero, totalmente desarmados, a un campo dominado por la misma guerrilla de las FARC y arrebatarles a los 15 rehenes más custodiados de esa organización. ¿Cómo les sacaron de la caja fuerte las mejores joyas? Y ni siquiera forzaron la cerradura. ¿Cómo realizaron una operación tan impecable que hasta los dueños del botín caminaron hacia el despeñadero por su propia cuenta? Recordemos que dos cabecillas de esa organización, mansamente entraron al helicóptero donde luego fueron reducidos. Eso es mucha inteligencia, ¿cómo lograron los militares salir de ese infierno en una oleada de gloria? Nadie lo podía creer. Las Fuerzas Militares habían logrado el impecable rescate humano de aquellos quince secuestrados por las Farc: la candidata presidencial Ingrid Betancourt, a dos estadounidenses y a doce uniformados.
La descripción de la operación Jaque demuestra un trabajo serio, paciente y cuidadoso para infiltrar y engañar a los mandos superiores de las FARC. Y, quizás lo más importante, se trató de una operación que abandonó la idea de un rescate a sangre y fuego, como en muchos momentos se planteó, y puso por encima de todo, la seguridad de los secuestrados, como siempre se pidió.
Haber conseguido que las FARC, infiltradas, cayeran como borregos para concentrar a los 15 secuestrados en un mismo lugar y que se montaran en un helicóptero “de una organización ficticia” que creían amiga, cuando en realidad se trataba de una aeronave del Ejército Nacional, demuestra una planeación de un profesionalismo nunca antes visto en el país.
Las primeras palabras de la doctora Ingrid Betancourt después de la liberación fueron:
“Los invito a que le agradezcamos a Dios que nos acompañó, a nuestras Fuerzas Militares, a nuestros soldados. La operación fue absolutamente impecable. No sabíamos lo que estaba pasando. No hubo un solo tiro, no se mató a nadie, nos sacaron con grandeza. Los guerrilleros que nos tenían secuestrados quedaron vivos.” Y concluyó: “Yo creo que esto es una señal de paz para Colombia. Nosotros debemos confiar en las Fuerzas Militares porque ellas nos van a llevar a la paz. Yo quiero realmente agradecerle a cada uno de los soldados de Colombia porque están demostrando que la paz es posible con inteligencia, prudencia y sabiduría.”
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